Conocí a Paco Giménez Gracia hace ya unos cuantos años, quizá haya pasado ya una década.
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Pero ha sido en los últimos tiempos cuando nuestra relación se ha estrechado más, principalmente porrque nos hemos descubierto compartiendo aficiones, pasiones, puntos de vista... A mi me ha sorprendido muy gratamente descubrir en él una capacidad para reflexionar sobre temas de los de hablar de ellos en tono de voz grave sin necesidad de recurrir al aspaviento, desde una moderación tan contundente como implacable. Y lo mejor es que lo hace en su blog, "Por nadie pase", muy recién llegado a la blogosfera pero que constituye un "must" para los que cuando navegan también piensan.
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Hoy ha publicado una entrada dedicada a "Katyn".
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Sin las comillas se refiere a un lugar de la geografía gélida de Polonia, con ellas a una película que narra lo acontecido allí durante la IIª Guerra Mundial que deja helado el corazón, un lugar donde se llevó a cabo un exterminio dantesco del que además durante décadas se responsabilizó a los nazis cuando los ejecutores de tan sangriento horror se supo casi medio siglo después, desaparecido ya el Muro de Berlín, que había sido el Ejército Rojo.
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La frase con la que se acompaña en el cartel al título de la película es demoledora por su significado profundo: "Toda la verdad".
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Aprovecho la ocasión para daros a conocer este imprescindible blog con el que Paco se ha empeñado en remover nuestras neuronas y os dejo con la reflexión que he dejado en la entrada mencionada:
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Como si de esrtaperlo se tratase, hace unos años trajo mi señor padre de un viaje a Polonia un DVD en polaco y punto pelota de esa peli, inencontrable en España por razones que no sé si me gustaría llegar a conocer. Efectivamente se estrenó aquí unos cuantos años más tarde de su estreno, tantos como 3, y eso que estamos en la UE sin fronteras ni trabas comerciales.
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La película es tan demoledora como sólo puede serlo la miseria de los que me cuesta llamar humanos que borraron de la faz de la tierra a la intelectualidad, la clase dirigente y los mandos militares de un país para poder someter vilmente a la población, decapitada de posibles líderes.
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Una atrocidad casi más cruel que el propio Holocausto por lo que tiene de cercenamiento de las esperanzas de recuperación de todo un pueblo.
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El agravante de Katyn es que durante décadas y hasta que desapareció el Muro de Berlín, ese horror se apuntó en la cuenta de los nazis, que no eran ningunos angelitos pero aquí que cada perrico se lama su pijico.
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Décadas de una mentira que, una vez alcanzada la libertad, supuso para la población polaca un pisotón en el alma.
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Después de aquel viaje que hizo mi padre con mi hermano recientemente han vuelto a aquellas tierras mis hermanas y mi madre y de hecho mi hermano está allí este año terminando la carrera (sufriendo mucho, como buen Orgasmus, digo Erasmus) y todos me testimonian algo, querido Paco, que ha quedado fuera de tu lúcida reflexión: la extraordinaria categoría humana de los polacos.
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Literalmente las han pasado putas durante medio siglo. Salieron de la sartén para caer en las brasas. Y cuando por fin se alejaron de ese infierno además descubrieron que quien les atizó un día las brasas era también quien tenía la sartén por el mango.
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A cualquier hijo de vecino le entraría un sirocco (como dicen en Cieza) que se va pal Kremlin y no deja ni los cascotes. Pero los polacos no. Como si se hubiesen caído de pequeños en la marmita de las pizzas Raloni (ya sabes, llevan un ingrediente que te hace ser mejor persona) parecen genéticamente incapaces de profesar esos odios que a tantos les aprecen consustanciales a su naturaleza.
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Si hay un país en el mundo en el que la Memoria Histórica debería funcionar a todo trapo parecería lógico que fuese Polonia.
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Esa Memoria Histórica que algunos entienden aquí como un trasunto del título de ese alegato belicista que es "Johnny cogió su fusil", un "Jose Luís cogió la pala", por la fiebre de cavar cunetas no a desenterrar cadáveres para que reposen en paz y sus familiares por fin sepan donde pueden ir a ponerles flores, sino para desenterrar odios y rencores.
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Pero en Polonia son de otra manera. De una manera que para muchos españoles resultaría inconcebible.
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Resulta emocionante escuchar cómo tratan de no alimentar esos dolorosos recuerdos, de no generar revanchismos que tendrían toda la justificación de la condición humana.
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Y no olvidan.
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Un país plagado de iglesias en las que se recuerda con fotografías y breves relatos quién desapareció para nunca volver de esa parroquia. Pero nadie busca revancha y nadie ve enemigos.
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Mi madre le preguntaba a la guía que les acompañó en Auschwitz, ese lugar en el que hasta el Papa al visitarlo se preguntó en voz alta "Señor ¿por qué has tolerado esto?", que cómo habían sido capaces de superarlo.
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La guía, una mujer ya de cierta edad, trataba de quitarle importancia (no a lo que sucedió, sino al hecho de que hoy no les llame a la ira ese recordatorio del Mal, así, con mayúsculas) diciendo "bueno, eso pasó hace mucho tiempo y tenemos que mirar hacia el futuro y procurar que jamás se repita".
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Guardó unos momentos de silencio y añadió "mis padres, que lo vivieron, se lo toman un poco más a pecho".
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No puedo seguir escribiendo, las lágrimas me impiden ver el teclado. Cuánto debemos aprender de esta gente...
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